Había una vez un señor que se había comprado unos zapatos de muy buena calidad. Lo mejor de esos zapatos, era sin duda las suelas, flexibles y que no dañaban los pies, que se amoldaban perfectamente al movimiento en su caminar y que eran muy resistentes, según el zapatero había dicho, casi eternas, las compañeras perfectas en su caminar.El hombre, solo miró un momento la suela de uno de sus zapatos en la tienda, y luego no reparó más en ninguna de ellas.La suela a la cual prestó atención, pensó que era especial para su dueño, así que desde el primer momento que se dispuso a caminar con ella, intentó complacerlo en el andar. A cambio ella recibía el cariño del amo con frases como: “Esta suela parece mucho mejor que incluso la otra, es como un guante, no podía haber elegido algo mejor para mí”.Sin embargo, en este caminar, el dueño tenía un ademán, que era ir arrastrando ese pie constantemente, dañando la suela en su frote con el asfalto. Cuando llovía solía meterse en el agua sin ningún tipo de respeto por la suela, que se iba deformando a través de esos malos tratos; incluso cuando montaba en bicicleta o moto muchas veces tenía la costumbre de frenar con las suelas deteriorando así su textura, produciendo un desgaste prematuro y un dolor a la suela insoportable.La suela muchas veces lloraba, pensando qué había hecho para que su dueño la tratara así, pues solo se había amoldado a él, a cambio tan solo de unos mínimos reconocimientos. Le había facilitado su caminar, y ni siquiera la había vuelto a mirar una vez más.Así pasaron los días y la suela cansada de no ser vista y de ser maltratada, seguía deprimida caminando y teniendo la esperanza que su amo cambiara su actitud.Pasaron más días y la suela se agujereó, lo eterno, se había roto. El amo cogió el zapato, y lo giró. La suela no lo podía creer, su dueño la iba a volver a mirar, la iba a reparar porque sabía que ella le había facilitado el camino y era de buena calidad, no iba a encontrar una suela igual. Sin embargo, el dueño hizo una mueca de desprecio al ver el agujero, y se empezó a lamentar de haber comprado esos zapatos con esa suela, pues la suela no había resultado ser tan buena.Ésta azorada, no entendía nada. Ella había estado allí, le había facilitado el camino, se había amoldado a su andar, se había vuelto más flexible solo por él, y ella más que nadie, sabía que era una suela buena, con una calidad insuperable, entonces ¡¿por qué ahora su amo, la despreciaba así?! . ¡¿Acaso no era él el que la había maltratado y la había arrastrado, quemado con sus frenos bruscos y mojado?! ¿Por qué ahora la culpabilizaba y la trataba de "no buena" "de baja calidad" si era él el que había hecho un mal uso de algo bueno? ¿Por qué la injuriaba y despreciaba, si solo había querido agradarle? La otra suela es la que contestó: -“acaso no sabes que los amos son así. Nunca pueden admitir que han hecho algo mal, sino que culpan a los demás de sus maldades. Admitir que hizo un mal uso de ti, sería como decir que no aprecia la calidad, que no sabe caminar, que todo lo bueno de su vida lo arrastra, así que es mejor decir que tú no eres buena o conveniente para sus pies”.- Pero ¿por qué me adulaba entonces? - Porque hay humanos que reparan una vez solo en ti, y ven tu calidad, enseguida quieren poseerla, pero no para respetarla sino para hacer uso de ella. En cuanto te amoldas a ellos, creen que el trabajo está hecho, y ya no te mirarán más, y si lo hacen, será solo para despreciarte. Cuando tú te empiezas a deformar debido a sus malos tratos y al tiempo, entonces se quejan de tu deformidad, y te abandonan o tiran, incluso te regalan a otros pies, porque tu deformidad les recuerda que no son buenos para calzarte.-Pero solo con que cambiara sus costumbres dañinas el camino sería más sencillo de andar para los dos. Solo me tendría que reparar.-Estas personas son egoístas, no piensan en lo que destruyen al andar, solo piensan en que todos y todo debe hacerles un servicio, y sino se lo hace, aunque quizás no se lo hagan porque ellos no saben recibir ese servicio, te abandonan en el primer basurero.-Pero yo he visto suelas reparadas, que sus amos hacían lo mismo que el mío pero luego aprendieron a caminar y rectificar los pasos que dañaban a su suela. ¿Por qué no iba a hacerlo él? -Porque esos amos, no son amos, son compañeros de viaje. POrque esos compañeros de viaje, miran constantemente la suela y antes que se agriete del todo la reparan. Porque esos compañeros, van con cuidado de no dañar. Porque esos compañeros reconocen la calidad de quien les ayuda a caminar, y entienden que la suela no iría con él sino la calzara, pero que él tampoco podría andar si la suela la despedazara. Que la suela se amolda a él, pero él también debe amoldarse a ella.Sin embargo, tu amo, es amo, no te mira solo a ti, sino que mira en todos los escaparates, a ver si hay una suela que asome más llamativa sin importarle si es de bastante peor calidad que tú, o que no sea tan flexible o beneficiosa para él, lo que importa es que destaque._Pero yo hice todo para aligerarle el camino.El amo regresó, calzaba unas botas de suela de goma rígida, de esas propensas a crear hongos. Las suelas sobresalían dando un aire de modernidad a la bota, y su amo, las miraba como encantado con ellas.Acto seguido se dirigió a sus otros zapatos, y dio la vuelta al zapato de su pie izquierdo, la suela esperanzada pensó que la miraba para repararla pero volvió a poner una mueca de disgusto, se dirigió a la calle, y los tiró sin ningún miramiento en el primer container.Días después el amo, llevaba ampollas en los pies, no podía caminar debido a la rigidez de las suelas, especialmente le dolía su pie izquierdo el cual solía arrastrar más a ran del suelo, pero aún así se sentía orgulloso, aunque de vez en cuando recordaba la calidez de su otra suela del pie izquierdo, como se amoldaba a él, como caminaba con ella sin hacer casi ningún esfuerzo, y la perfección del caminar juntos, y la pena de no haberla cuidado más. Pero eso era algo que jamás reconocería