domingo, 25 de julio de 2010

PoderosamenteV

V

Nírdep hacía tiempo que pensaba en una persona.
Su relación se acaba de romper, y estaba algo perdido en el rumbo de su vida. Pero siempre de alguna manera estuvo ella en su mente, como si su timón siempre quisiera virar en su busca, pero siempre lo mantuvo firme hacia otras metas.
Recordaba cada detalle, de la última vez que la vio. Ella llevaba el pelo a medio espalda, lo tenía teñido de un color cobrizo claro que iba muy bien con su personalidad. Era muy dulce, y con gestos algo aristocráticos, una mujer muy segura de ella misma, y que irradiaba mucha paz. Era tan perfecta que no se podía evitar sentirte inferior a ella. Tenía unos pechos de puta, pero una cara angelical y un comportamiento de monja lo cual era morboso para cualquier hombre, y cuando se enfadaba, denotaba una pasión desbordante lo cual hacía imaginar que no debía ser tan monja bajo el hechizo de la pasión. Cuando te tocaba emitía una energía positiva y se atrevía a decir que casi curativa. A primera vista a parte de esa dulzura quizás algo insulsa, también tenía esa soberbia magnánima que hacía pensar que era una persona engreída, pero cuando la conocías era tan sencilla, tan cercana a todo el mundo que parecía increíble ese gesto magnánimo en su rostro y su forma de moverse. Era también una gran cabezota, y a veces perdía los estribos con facilidad.
Ella en ese momento tenía pareja, él aún era libre. Le hubiera gustado tener algo con ella pero era asquerosamente fiel, y era evidente, siempre ponía barreras antes de que se produjera cualquier insinuación, como si las intuyera de antemano.
Él entonces pasaba por un ajetreado y destructivo vivir la vida. Su vida no había sido fácil desde niño, odiaba a su padre por quien era, por cómo era, por cómo trataba a su madre. De hecho una vez se había peleado con él a golpes. Luego, en su instituto siempre había sido el niño de las burlas, el empollón, el blanco de sátiras sucias y destructivas, hasta que se reveló, y también se lió a golpes con un compañero provocando su expulsión. La vida no había sido justa.
A partir de ahí, y acostumbrado siempre a tener bastante dinero en su cuenta, había empezado a jugar con la cocaína, con las pastillas, con todo tipo de drogas que caían en sus manos, salvo la heroína.
Había empezado varias carreras, y también había probado con varias religiones, pero nadie llenaba, nadie le hacía sentir bien y entonces, empezó una nueva carrera para la cual no estaba preparado, y allí la conoció.
Ella desde el primer momento confió en él. A menudo le decía: “pásalo bien este finde, pero abandona ese mundo, no te va a traer nada bueno, no vas a encontrar en él lo que buscas, sino que llenarás aún más tu vida de lo que estás huyendo” “eres inteligente, es evidente, y entonces ¿por qué eres tú el único que no quieres verlo? ¿Por qué te castigas?” . Dolía su sinceridad, su forma directa de hablar, y aún así, cuánta razón en cada palabra.
Él siguió en ese mundo, esnifaba, tomaba drogas de diseño, se iba un viernes de fiesta y acaba un domingo, y conoció a su pareja.
Ella, Aidil, aún lo hundió más en su miseria. Lo trataba como basura, y sus malos tratos psicológicos rozaban la perversión absoluta. Era evidente que se avergonzaba de él, pero al mismo tiempo no sabía estar sola. Lo utilizaba, él lo sabía, pero en el fondo quería creer que lo amaba. Por su parte, él creía amarla.
Habían llegado a ponerse la mano encima, y era algo que no se podía perdonar, se castigaba cada día por ello, por perder la cabeza. Él no quería hacerle daño, ella era muy importante para él, la única mujer que había amado, la única mujer que amaba, que había aceptado ser su pareja a pesar de avergonzarse de serlo, pero ¿quién no se avergonzaría? . Estaría eternamente agradecido por querer ser su pareja, aunque odiaba como lo trataba, era como una prolongación de su padre, como una prolongación de los compañeros de instituto. Si ella supiera cómo lo trataban, se hubiera avergonzado aún más de él, le hubiera hecho aún sentir peor, y respetarse a si mismo menos. Pero ella tenía razón, él no merecía la pena, y nunca le contó por miedo a que lo maltratara más aún.
Ella por su parte, tenía pánico a la soledad, no soportaba estar sola, y en cuanto estaba sola, lo llamaba. A él le hacía sentir bien esa necesidad y le hacía sentirse fuerte ante ella, nunca nadie lo había necesitado, nunca nadie había dependido de él. Era una sensación tan sublime, tan llena de ternura y de amor, que siempre que pensaba que eso no iba a más, que lo estaba destrozando, ella mostraba esa debilidad y creía en que podrían superar todo, a él se le hinchaba el pecho de orgullo de ser necesario y esa sensación le haría que le bajara hasta las estrellas si hacía falta.
Era algo enfermizo, lo sabía, pero aún así, no podía luchar contra la manipulación y agresión de ella, y se dejaba arrastrar, al mismo tiempo, a veces montaba en cólera hacia sus malos tratos psicológicos o físicos y acaban los dos dándose leña. Últimamente eso había empeorado, cada vez ella era más agresiva verbalmente y físicamente, y cada vez lo ridiculizaba más en público, sin embargo, con los demás era encantadora, muy simpática, alegre y parecía feliz, todo un cúmulo de dulzura y de ser adulto y responsable que a él rara vez le otorgaba, y cada vez las cosas eran más evidentes que no tendrían buen fin. No sabía quien era realmente, si la que se mostraba en público, buena persona y adulta, o la niña malcriada con mal fondo pero necesitada que mostraba en privado. Lo que si sabía es que lo estaba destruyendo, no solo ella, sino también lo miserable y mala persona que se sentía cada vez que acaban poniéndose la mano encima. Sabía que la sociedad lo juzgaría, a fin de cuentas, ella era una mujer, sabía que si ella montaba un numerito de inocente, todos sus amigos comunes caerían sobre él pues ella era la muñequita del grupo y no pensarían en que ella lo maltrataba de peor forma, pero sin embargo, ningún juicio, ningún desprecio, ninguna patada, podría ser mayor castigo y más tortuoso que los castigos que él mismo llevaba en su conciencia.
No sabía tampoco cómo podía pensar mal de ella, a fin de cuentas, nunca había dicho nada, y a pesar de haber acabado, ahí estaba siendo su amiga. Él aún tenía las llaves de su casa, y eso era una prueba de fe y confianza hacia él que lo hacía sentir bien. Cuando se reunían los dos solos, que solía ser los domingos que ella estaba sola, siempre le contaba sus cosas, y le pedía consejo, confiaba en él. Siempre tenía un gesto de cariño hacia su persona, y cada domingo pensaba en llamarlo, pensaba solo en él. Quizás el problema realmente como ella le decía, hubiera sido solo él, quizás su mente le hubiera hecho creer que ella lo maltrataba psicológicamente, y había sido injusto con ella. ¿Cómo un ser tan dulce, simpático y abierto, podía ser tan manipuladora, egoísta y con tan malos sentimientos? No, él era el culpable, su cabeza le jugaba malas pasadas. Ella era buena persona y la única mujer que lo había amado. Pero no podía ni debía hacerla más daño, todo estaba acabado y debía buscar otro camino, aunque seguía fantaseando en que todo se arreglara entre ellos.
Iba a llamar a Aíram, su compañera de universidad, a ver que se contaba.

PoderosamenteIV

Sotnas había estado cuatro días sin trabajar, en unas merecidas mini vacaciones. Ese día había vuelto al hospital.
Él era médico, aunque constantemente pensaba en dejar su carrera, que aunque era bonita y gratificante porque ayudaba a salvar vidas, también a veces era una carga cuando no podías hacer nada por aliviar el sufrimiento de las personas, o por salvarles la vida.
Eran las 8 de la mañana y tenía que pasar visita a todos sus pacientes por las diferentes habitaciones de traumatología.
Cogió los instrumentos habituales y se dispuso a empezar la rutina, bonita y gratificante, deprimente y monótona.
Habitación tras habitación fue visitando a los pacientes y elaborando los partes médicos en los que ordenaba cambios de medicación, altas clínicas, o que todo siguiera igual. Era amable con los pacientes, y bromeaba un tanto con ellos para hacerles un ratito más llevadero.
Así fue a la última habitación que le quedaba. Se sabía todos los historiales de memoria, pero este debía leerlo pues era alguien nuevo.
Mujer de 25 años, con contusiones graves en la espalda, nalgas y muslos, lesiones renales, inflamación de la parte lumbar e imposibilidad de movimiento de piernas debido a una caída. Se está esperando a que baje la inflación para diagnosticar si la invalidez parcial es debido a una lesión medular, de momento en las pruebas realizadas es imposible determinar las causas de la misma. Lleva tres días ingresada y orina sangre, aunque en las últimas analíticas ha bajado el nivel de la misma... continuaba con la serie de medicación que se le daba.
Debía tener unos dolores horribles esa jovencita, así que se dispuso a colmarse de paciencia ante las quejas y gritos que iba a recibir cada vez que la tocara para examinar su espalda, y a poner la mejor de sus sonrisas y la apariencia más amable y delicada para hacerle más llevadera la revisión.
Cuando entró, ella estaba tumbada de espaldas a la puerta, reposando sobre su costado, probablemente para que su espalda no tocara con nada.
Era morena, y llevaba el pelo a medio hombro. No podía deducir más pues la sábana la tapaba.
Él con un tono suave dijo:
-Buenos días.
Ella contestó después de unos segundos con una voz dulce pero se notaba que amortiguada, quizás por le dolor que debía sentir:
-Buenos días,
Se giró hacia él apoyando la espalda en la camilla y haciendo un gesto de dolor. Él se quedó estupefacto al ver su cara, era Aíram. Ella también lo reconoció y automáticamente se puso nerviosa, y bajo la vista.
-Dios Santo que te ha ocurrido?
-Me caí por unas escaleras. Ya sabes, fue ese día, había bebido mucho y tropecé.
Él incrédulo la miraba y se quedó unos segundos sin reaccionar. Después con un movimiento de cabeza le dijo:
-Debo revisarte Aíram, te va a doler.
-Sí lo sé, cada mañana viene un médico a revisarme, pero no puedo darme la vuelta sola.
Así él se acercó, y la puso otra vez de lado levantando su pijama hasta el cuello. Lo que vio le dejó paralizado, llevaba más de un cincuenta por ciento de la espalda morada. En las lumbares tenía unos bultos con muy mal aspecto, así como sus muslos estaban llenos de morados. Procedió a hacerle la revisión, tocando su columna, y alucinado porque ella en ningún momento hubiera soltado un alarido.
La columna parecía estar bien, hasta justo las lumbares, ahí los bultos impedían que pudiera seguir reconociendo a la paciente:
-Te tengo que poner hacia arriba. Lo siento sé que va a doler pero es primordial.
-Voy a poder andar? –Había dicho ella mirando al suelo para ocultar la expresión de sus ojos.
-No lo sé, tengo que examinarte bien.
Así le dio la vuelta, apoyando de nuevo la espalda en la camilla, y ella hizo de nuevo un gesto de dolor pero solo un leve gemido escapó de su boca.
Bajó la sábana hasta sus pies y le dijo cada vez más conmovido:
-Te voy a ir tocando las piernas, solo debes decirme si notas el tacto en ellas. Y te voy a pedir que intentes moverlas levemente. Ahora mueve los dedos de los pies.
Nada no hubo ni un ligero movimiento. Pasó a tocar los pies preguntando si notaba algo. Ella tenía cara de preocupación y concentración.
Acto seguido él fue palpando las piernas y rezando para que esa criatura notara algo, o pudiera moverlas mínimamente, pero nada, no sentía nada.
Entonces procedió a la siguiente fase:
-A ver Aíram te caíste por unas escaleras. Me debes decir si recuerdas si te levantaron, y cómo lo hicieron exactamente, si perdiste el conocimiento, o estuviste consciente.
-Bueno perdí creo que unos minutos el conocimiento, pero yo estaba sola, y nadie me vio, luego desperté, y me incorporé saliendo a la calle. Cuando había andado hasta el mar, caí de nuevo, las piernas me dejaron de responder, pero esta vez no pude levantarme. Pasó un matrimonio y les pedí ayuda, ellos no me tocaron, ni siquiera se acercaron supongo que por miedo, pero se quedaron allí y llamaron a una ambulancia. Los de la ambulancia fueron los que me levantaron para ponerme en una camilla y me trajeron hasta aquí.
Él estaba estupefacto.
-Te caes por unas escaleras, te haces las contusiones que te has hecho y solo se te ocurre ir andando hacia el mar, con los dolores que tenías que tener, en vez de ir a un hospital o subir a casa a recostarte?- Empezaba a enfurecerse con la inutilidad de esa mujer.
-Bueno yo ... no... yo ... pensé que solo eran golpes que se me pasaría el dolor.
-Increíble.
Aíram vio la cara de enfado de don peligroso, y no pudo evitar sentirse como una niña que es regañada por algo que ha hecho mal. Era lo que menos necesitaba entonces. Pestañeó para que no se le escaparan las lágrimas que habían inundado los ojos y que amenazaban con brotar sin descanso.
Él se dio cuenta de sus esfuerzos por no llorar pero fijó la vista en sus papeles y pasó a informarle de cual iba a ser el repertorio de pruebas:
-Cuando baje la inflamación te vamos a realizar de nuevo una ecografía y un escáner para saber hasta que punto te han afectado las lesiones, y exactamente que tipo de lesiones son. Estás tomando antiinflamatorios, y te voy a subir la dosis de medicación para que no te duela tanto, pero aún así dolerá pues esa medicación provoca adicción y se debe suministrar con cuidado. También se te suministra anticoagulantes. De momento y hasta que no sepamos exactamente el alcance de las lesiones, no podemos suministrarte nada más. Debemos esperar a que baje la inflamación.
Mañana volveré a revisarte de nuevo.
Así y con un enfado evidente en su cara salió de la habitación, y pasó a llevar los informes a la enfermera de ese turno. Ella era eficiente, y tenía don para tratar con la gente:
-Buenos días doctor Sotnas. Supongo la nueva paciente, y los demás, siguen igual.
-Sí ahí están todos los informes y cambio de medicación. Hoy tengo que subir de nuevo a hacer una revisión a la habitación 71 para ver la reacción a la nueva medicación. Subiré después de las visitas familiares. He subido también la dosis de calmantes de la paciente de la habitación 77.
-Ella no quiere tomar calmantes.
-No está tomando calmantes?
-No, no toma calmantes, y aunque parezca imposible no se queja en todo el día. A veces cuando se mueve se le escapa alguna lágrima, así que debe sentir dolor, pero bajo ningún concepto quiere que le apacigüemos ese dolor.
-Y no puede convencerla algún familiar, o su pareja, o los amigos que la visiten? Es absurdo que pase ese dolor tontamente.
-En los tres días que lleva en planta, no ha recibido ni una sola visita. Le suministramos algo de calmantes en las inyecciones diarias porque no sabemos como el cuerpo puede reaccionar al dolor, pero las dosis son bajas como habrá podido leer en el informe. Apenas duerme por el dolor durante la noche. Así que varias veces al día cuando entramos está dormitando. Alguna vez cuando pasamos por la puerta de la habitación oímos un leve gemido, es lo máximo que se permite. Tampoco come mucho.
-Bien esta tarde cuando visite al paciente de la 71 volveré a pasar a verla y a hacer que entre en razón. De momento, suban la dosis en inyecciones y díganle que es para la inflamación.
-De acuerdo Doctor Sotnas. Le apunto las visitas para esta tarde.
-Gracias.
Sotnas bajó a consultas externas para seguir con su trabajo.
Después de comer y su hora de descanso, subió otra vez a su consulta y se dispuso a mirar en el ordenador el informe de la entrada en urgencias de Aíram.
El informe decía que había entrado semi inconsciente y que se había orinado encima. En la orina habían encontrado bastante sangre. Le habían realizado un escáner craneal para determinar si había golpes o lesiones, pero no había nada en su cabeza. Después describían minuciosamente las lesiones de la espalda y las pruebas a las que la habían sometido, detallando que en la ecografía no se había podido distinguir si había alguna lesión de relevante importancia. Se debía esperar a que bajara la inflamación. La sangre en la orina hacía temer que hubiera una lesión interna, pero en las primeras pruebas no salía ningún dato determinante.
Sotnas no entendía el motivo de que no viniera a visitarla nadie, aunque fuera para traerle ropa para cuando saliera. Tampoco entendía porque no quería que le suministraran calmantes.
Una y otra vez revisó el informe y de golpe su cara cambió.
Salió del despacho, cerrando la puerta de golpe y se dirigió a la 7ª planta a hablar con Aíram.
Entró en la habitación, y allí estaba ella tumbada en la cama de costado y mirando hacia la ventana pero con la mirada perdida.
-Hola Aíram.- Dijo de forma brusca.
Ella lo miró e intentó sonreír y con una voz apenas audible dijo:
-Hola, pensaba que no vendrías hasta mañana.
-Yo también. Te voy a volver a revisar por si se nos ha pasado alguna lesión por alto. Esta vez te voy a revisar otros puntos de tu cuerpo. Así que deberé ponerte hacia arriba, y quizás te duela al apoyar la espalda en la camilla.
Acto seguido se dispuso a apoyarla observando que ella apretaba los dientes para amortiguar el dolor o los gritos.
Le levantó el pijama hasta el pecho, observó abdomen, pecho... nada absolutamente ni una marca. Le bajó el pijama y levantó las mangas, con el mismo resultado, ni una sola marca en sus brazos. Después observó minuciosamente sus piernas, para encontrar que no había ni una sola marca en las rodillas, tobillos ni ningún lugar de las piernas en la parte delantera. Su semblante cambió para ponerse si cabe más furioso. Sí había caído por unas escaleras, lo normal es que el cuerpo ruede, con lo cual, se encuentra marcas en todo el cuerpo, no solo en la parte posterior. En caso de haber caído de espaldas, tendría una marca grande donde se hubiera dado el primer golpe, y si hubiera seguido bajando de espaldas por los peldaños hasta que el cuerpo quedara frenado, leves marcas en toda la espalda, pero tenía toda la espalda como si en cada peldaño se hubiera dado un fuerte golpe, eso era imposible. Definitivamente no se había caído por las escaleras. Tenía que llamar a un médico forense para corroborar lo que sospechaba, hacer una denuncia a la policía, y avisar a algún familiar. No sabía en que lío estaba metida esa mujer, pero sin duda debía ser uno grande.
-Aíram vas a tomar todos los calmantes que se te suministren quieras o no, no sabemos que reacción puede tener tu cuerpo ante el dolor. Y vamos a llamar a tus familiares y pareja para que te traigan las cosas necesarias. Deben de estar preocupados sin saber nada de ti.
-No, ya no tengo pareja, no se preocuparía aunque estuviera aún conmigo. He llamado a mi familia, y les he dicho que estaba unos días fuera, no quiero preocuparles, si es necesario y se confirma que no puedo andar, ya les informaré más adelante, de momento no quiero que estén angustiados. Mañana vendrá alguien de mi trabajo a recoger la baja médica, puedo decirle que me traigan lo que creas que debo tener aquí.
-Estás en una cama postrada, no sabemos bien qué tienes, y solo piensas en no causarles desasosiego a tu familia?. Bien voy a decirte lo que vamos a hacer. Ahora mismo vas a explicarme qué es lo que ha pasado de verdad, después pediré que venga un médico forense para corroborar las sospechas que tengo, si son ciertas, vamos a llamar a la policía.
Aíram se puso pálida y su expresión cambio a verdadero terror.
-No por favor. Si tengo que tomarme la medicación, lo haré, pero no avises a nadie.
-Cuéntame lo que pasó.
Aíram se encontraba acorralada y sabía que debía explicarle aunque quería olvidar ese terrible episodio. Pero era imprescindible que no llamara a nadie, mucho menos quería ver a la policía haciéndole preguntas.
-Está bien. Cuando me dejaste en casa subí a mi piso, y ya habían informado a mi pareja de todo lo que había acontecido en el bar. Él estaba furioso, y me insultó, me trató de puta, y todo lo que le vino en gana. Luego me violó. Ni siquiera se quitó la ropa, solo se puso sobre mí, me levantó la falda y se dispuso al abuso. Soporté todo, la penetración violenta, sus manazas en mi cuerpo, pero cuando me besó me dieron ganas de vomitar, así que en cuanto él quedó satisfecho, corrí al baño y vomité. Él se enfureció más, y agarrándome del pelo me tiró al suelo propinándome patadas con sus botas en mi espalda. Yo no podía girarme, ni defenderme, ni escapar, sabía que iba a morir allí, que iba a ser una estadística más. En un momento que él aflojó su presión, me di la vuelta propinándole un puñetazo en el ojo que lo dejó desconcertado, y acto seguido le di una fuerte patada en el abdomen. Me puse sobre él, y te juro que lo único que quería era que muriera, pero entonces me quedé quieta, tuve un momento de lucidez, y me levanté para irme diciéndole que cuando volviera quería que se hubiera marchado, sino lo denunciaba.
Cogí mi bolso y abrí la puerta para irme, pero entonces recibí un fuerte golpe en la espalda, no sé exactamente con qué, me fui a girar para defenderme pero no me dio tiempo, recibí un segundo golpe también en las lumbares y me desmayé. Luego ya no sé que pasó.
Cuando recobré el conocimiento, bajé a la calle, me daba miedo entrar en casa, no sabía si estaba aún. Ya habían asomado los rayos del sol, no sé exactamente que hora era. Fui hacia la playa y ahí me caí sin poderme levantar.
Sotnas no daba crédito a lo que oía:
-Bien ahora llamaré al médico forense, y vas a hacer una denuncia.
-No por favor, no quiero.
-Por qué no quieres?
-Vamos, trabajo en estas cosas, sé exactamente como funciona el sistema policial y judicial en estos casos. Cuando se denuncia un caso te hacen pruebas y buscan un motivo para la agresión, por supuesto, si un hombre hace algo a una mujer, quizás es que la mujer se lo merezca. Así que bajo el machismo reinante, averiguan, te juzgan y condenan. Y por supuesto yo había sido infiel, no importa si él me fue más de quince veces infiel, no importa como me tratara, no importa que me violara, tiene derecho sobre mi cuerpo por ser su pareja, no importa nada de lo que él hiciera, a fin de cuentas es hombre, y debemos entender que ello va en su naturaleza y que tiene ciertos derechos sobre mi, pero mete solo una vez la pata como mujer, y serás condenada por todos, tu hombre tendrá un motivo para matarte si quiere, tú sin embargo como mujer, no tienes ningún motivo ni derecho a hacer lo que has hecho. Por supuesto, en el juicio saldrá culpable de agresión, por lo menos en eso algo hemos avanzado, y difícilmente de violación, pero ya por todos los que hayan estado implicados en el caso, te habrán juzgado, te habrán hecho sentir mal y culpable, te habrán hecho pasar por otro mal trago ... “ella era una puta”. Solo tienes que recordar cómo me juzgó su amigo, aún sabiendo que él era un monstruo conmigo. El resto de personas no son diferentes. Eso implicará unos meses de cárcel, que abandonará por buen comportamiento, y una orden de alejamiento que incumplirá siempre que le venga en gana sin tener ninguna repercusión. Eso si su familiar que es militar, no borra todos los historiales y deja su expediente limpio. Yo sin embargo, tendré que abandonar mi trabajo, mi ciudad, todo lo que me rodea, mientras él seguirá disfrutando de todo. Así que el castigo final será para mí, y viviré siempre con el miedo en el cuerpo de cuando va a acabar el trabajo que dejó a medias como venganza por una denuncia.
-Airam pero debes denunciarlo. Tú no les dices a las mujeres que acuden a ti que lo hagan?
-Sí, lo sé, pero de veras no quiero, no puedo soportar que me toquen más hombres ni que sea para hacerme revisiones, no quiero que ellos me juzguen, no quiero volver a vivir todo esto, no tengo fuerzas.
-Así que soy culpable de todo esto.
-No, no pienses así. Si no hubiera vomitado, nada hubiera pasado, nada. Si yo no lo hubiera provocado tampoco hubiera pasado nada. Tú solo fuiste un instrumento, aquí solo soy yo culpable.
-Pero qué estás diciendo. No te culpes de algo así, solo ese mal nacido tiene la culpa de todo, él fue quien te provocó para hacer lo que hiciste, y te hubiera provocado o no, tú tienes derecho a hacer con tu cuerpo lo que te plazca igual que él lo hace con el suyo, no eres su posesión, y si te dio asco que te besara, tampoco eres culpable de eso, Dios, Aíram te estaba violando!!! Nadie tiene derecho sobre tu cuerpo, nadie a quien tú no le des permiso, ni siquiera tu marido.
-Por favor, solo quiero olvidarme. Solo quiero saber si podré andar. Luego me iré y reharé mi vida como pueda. No llames a la policía. Sé que hago mal, sé que no hago lo correcto, pero te juro que no puedo pasar por ello. Por favor.
Aíram mientras narraba toda la historia no había levantado los ojos de sus manos, ahora lo miraba directamente y por sus pálidas mejillas resbalaban lágrimas mientras en sus ojos se veía claramente el terror dibujado.
-Por qué no quieres que venga nadie a verte?
-No quiero mentir a nadie que sea importante para mí, tampoco quiero que vean mi estado. Alguien de los que me quiere podría encenderse e ir a por él. También me da vergüenza por todo lo que he pasado, no quiero que ellos también me juzguen y ver en sus caras que creen que soy culpable.
-Qué te da vergüenza? Tú no tienes nada de que avergonzarte. Que tu propia familia te juzgaría antes que juzgarlo a él? Esto es increíble.
-Si es increíble, pero todos los días las mujeres pasamos por ello.
Sotnas estaba enfadado, quería que ella lo denunciara, y de alguna forma también se sentía culpable de esa situación. En momentos como ese, odiaba ser hombre.
-Eres inocente, totalmente inocente, no te sientas culpable. Deberías denunciarlo, no puedo estar de acuerdo con tu opción. Pero es tu vida, yo no puedo interferir en ella.
-Gracias.
-No me las des. Vendré mañana.

domingo, 10 de enero de 2010

PoderosamenteIII

Aíram entró de nuevo al bar abarrotado de gente. Dio un vistazo para descubrir donde estaban los amigos de su pareja, entre los cuales, dos le habían hecho varias veces proposiciones. Cuando descubrió al grupo de machos, que parecían reírse de todas las mujeres, pensando que eran más listos que nadie, y que las utilizaban como querían, cuando en realidad, ellas eran las que los utilizaban a ellos, se acercó hacia donde estaban, pero sin mirarlos, como sino los hubiera visto, pero poniéndose en el punto de vista de sus miradas. Pidió otro Jack, pues a ella, no le costaba nada utilizar sus armas de mujer, simplemente no las utilizaba porque no quería, pero en el fondo, era algo tímida, y esa timidez aumentaba si la otra persona le importaba de veras, o si creía que no era correcto lo que hacía.
Jack le restaba timidez, e iba a ir a por el único hombre que le había conseguido llamar la atención esa noche, don peligro.
No iba a ir a por lo más fácil, ni siquiera sabía si le iba a funcionar, tampoco le importaba e incluso prefería que la rechazara, lo único que quería es que los amigos de Senre la vieran flirtear con ese ser y que diera la sensación de que iba a pasar algo entre ellos.
Se bebió su Jack de golpe, y se dirigió de nuevo a la barra haciendo sonar una risa de esas estruendosas cuando pasaba por al lado del grupillo, para que vieran su actuación. Dio resultado, ellos la miraron descubriendo a Aíram y siguiéndola todos con la mirada, pues ya notaban que su comportamiento que siempre había sido intachable, era diferente.
Se posicionó justo al lado de don peligro, pero midió mal las distancias y lo rozó en un muslo con el suyo propio. Eso no había sido intencionado, pero iba a servir también, aunque el hecho de parecer una mujerzuela, hizo que se le encendieran las mejillas. Él automáticamente levantó su mirada de la copa y la miró achicando los ojos, pero no dijo nada. Ella giró su mirada hacia él, y le sonrío abiertamente diciendo “perdón creo que empiezo a no controlar muy bien los espacios”. Él achicó más los ojos, y contestó “si eso creo”. Vaya, no se lo iba a poner fácil.
Cuando se acercó el camarero, tonteo también con él, bajo la mirada estupefacta del mismo pues era cliente habitual y jamás se había sometido a esos juegos. Sentía la mirada inquietante de don peligro observando sus acciones, y contra más la notaba, más le subía el rubor, pero estaba dispuesta a vengarse con todas las de la ley de ese monstruo que habitaba en su casa. No le importaba lo que pensaran de ella, no le importaba nada, solo quería pura y dura venganza, demostrarle y demostrarse a si misma que ella era tan capaz como cualquiera.
Ese pensamiento le dio más osadía, y se giró hacia el acechador para decirle: - “quieres una copa? Te invito por las molestias de no respetar tu espacio”. Lo dijo mirándole directamente a los ojos, con una sonrisa. Él aunque pareció pensárselo, acabó sonriendo y aceptando la copa.
-Qué tomas?
-Whisky con hielo
-Vaya no es una bebida femenina.
Él le miró con ojos de extrañado y ella dijo:
-Nada es que antes había pensado que mi Jack había llamado poderosamente la atención de tu ambarina, pero resulta que es whisky, así que o mi Jack es gay, o yo estaba equivocada.
El soltó una estruendosa y sincera carcajada, y dijo:
-Creo que no deberías intimidar más con Jack te está sentando fatal.
-mmm- Dijo ella con una mueca natural en la cara casi de bruja que consistía en achicar un tanto los ojos, girar un poco la boca haciendo nacer su hoyuelo, y poniendo expresión pensativa- no te creas, solo pienso cosas extrañas cuando me aburre la conversación, y Jack me ha dado valor para venir a hablarle a tu mano.
-A mi mano?
-Por supuesto, si tu mano es capaz de sujetar con esa firmeza y al mismo tiempo delicadeza esa copa que resulta ser de whisky, es imposible no venir a conocerla más.
Él puso cara de incredulidad mientras observaba que esa muchacha que le había abordado, era una coqueta natural. Tenía unas muecas en la cara imposible de olvidar. Era evidente que se había acercado a él de forma intencionada, y que había utilizado de forma consciente formas insinuantes, sin embargo, desde el mismo momento que habían empezado a dialogar, parecía haberse olvidado de lo estudiado, lo planeado, para ser natural. Para colmo, era original, y directa en la conversación cosa poco habitual en las mujeres. Parecía una mujer de ley, una mujer con duende o ángel, lástima que él no estuviera por la labor, aunque desde el primer momento, mientras escuchaba a ese hombre que se sentaba a su lado, él se había sentido atrapado por esa cara que parecía indiferente a todo lo que la rodeaba. Se había visto atrapado en unos ojos que miraban con pasión un simple vaso, mientras jugaba con él, se había visto envuelto en un escote, no demasiado exagerado pero que insinuaba un busto bastante abundante bajo él, se le había despertado un cosquilleo en la ingle y bajo vientre cuando ella se había llevado ese vaso a la boca, bebido un traguito, y había cerrado los ojos para saborearlo como nunca había visto a nadie saborear algo, como si fuera puro éxtasis, y no había podido evitar imaginándola disfrutando de ese modo de otros placeres. Se había sentido atrapado por una naturalidad poco habitual en esos ámbitos, y cuando ella, tras el abandono de ese hombre, se había limitado a levantarse, creía él que para irse, le había golpeado fuertemente en el pecho que el escote se hubiera pronunciado más, pero sobre todo, el cruce de sus miradas y esa sonrisa de niña traviesa. Sin embargo, era evidente que era casual, que ella no le estaba lanzando una invitación, tampoco él la quería, pues no le gustaban las mujeres que se insinuaban a todos, ni siquiera para un rato. Sin embargo, ahí estaba, y había empezado con una insinuación en toda regla y más que estudiada, pues no creía que el roce hubiera sido casual, ni la posterior mirada, ni la invitación, ni siquiera el rubor tierno que le cubría las mejillas, para luego convertirlo en algo natural, no tan estudiado, algo más relajado e infinitamente más interesante y que la hacía más poderosa que a cualquier otra mujer que estuviera en ese recinto. Era directa, y clara, y sobre todo, original. Pero, él no quería compañía, mucho menos de una noche, y era evidente que ella le había empezado ofreciendo eso, sobre todo con esa frase tan incitante sobre su mano, como si ella la estuviera imaginando en otro lugar, con la misma fuerza y delicadeza, aunque debía de reconocer, que su expresión era de ingenuidad y que no parecía fingida, así que quizás, no se había dado cuenta lo que implicaba la frase que acababa de decir.
No sabía cuál era el motivo pero le preguntó: - Tienes pareja?
Ella se quedó un momento inmóvil, miró su vaso, su expresión se volvió seria, y él esperaba ya una mentira que iba a ser evidente. Esa mujer estaba en alguna relación pero iba a mentirle, para continuar su juego con él, todo era realmente fingido
-Sí, tengo pareja.
Él se sorprendió de nuevo, no esperaba sinceridad.
-Y entonces que haces aquí sola y ligando descaradamente conmigo.
Ella se sonrojó de nuevo, y puso cara de avergonzada, lo miró directamente a los ojos y le dijo:
-Te estoy utilizando para vengarme de mi pareja, para demostrarle que valgo algo, para demostrarle que soy tan mujer como cualquiera que pase por su cama. Sin embargo, me estoy rebajando a comportarme igual que ellas, a comportarme igual que él, me estoy faltando al respeto a mi misma, no necesito demostrarle a él ni a nadie, lo que yo sé. Y es evidente que quizás tenga razón, tú no has mordido el anzuelo.
Lo dijo con tal tristeza y desapego hacia ella misma, y con tal grado de vergüenza que algo se le encogió dentro. La miro directamente a la cara, le toco el pelo justo por encima de la oreja, y le preguntó:
-Está él aquí?-Ella movió la cabeza negativamente y dijo:
-Sus amigos sí.
-Entiendo.
-¿Cuál es tu nombre?
-Aíram.
-Aíram, voy a besarte, porque me pareces la persona más poderosa y especial de este recinto, y de las que he conocido últimamente, si tu pareja no sabe ver eso, no merece la pena.
Acto seguido bajó la cabeza para besarla y se quedó cerca de los labios parado esperando su aprobación.
Ella se quedó inmóvil, se puso rígida, siendo evidente que no estaba cómoda con la situación, pero no se apartó. Y así quieta bajó la mirada y dijo:
-Gracias por tus palabras, pero quiero que cuando alguien me bese, me bese porque quiere no por pena.
-Tú me quieres besar?. Si solo querías que sus amigos te vieran, desde distancia debe parecer ya que nos hemos besado, ya has cumplido tu objetivo; aún así quieres que te bese?
Ella tragó saliva con dificultad, y se puso más rígida, era evidente que era una mujer fiel y fuera por lo que fuera que había decidido hacerle eso a su pareja, no estaba nada cómoda con la situación e iba a retroceder, sin embargo, era él el que quería besarla, así que no le dio la opción y bajó definitivamente su boca para encontrarse con la de ella.
Aíram se puso más rígida si cabe, y no le devolvió el beso, de hecho hizo algún esfuerzo para apartarse, sin embargo, a medida que pasaron unos diminutos segundos que para él le parecieron eternos, y cuando él ya la iba a dejar ir, ella se relajó, y no solo se dejó besar, sino que devolvió el beso con una voracidad que parecía increíble en una mujer.
Su boca sabía a alcohol, de hecho le daba la sensación que la cabeza de ella se caía un poco como si le pesara, como si realmente estuviera muy embriagada. Entonces ella se separó y dijo:
-No puedo tener los ojos cerrados, me mareo mucho, todo me da vueltas.
Él dijo:
-Vamos fuera que te dé un poco el aire.
Ella sonrío tontamente y dijo:
-Siiiiiiii, aire, eso es, aire, distancia, libertad, mucho aire.
No entendía que decía muy bien, pero abandonaron la barra para dirigirse a la puerta. Por el camino se cruzó un tipo con cara de odio, y le dijo:
-Eres una puta.
Él iba a contestar, pero ella le puso una mano en el pecho y dijo:
-Déjalo es de esos hombres que tienen doble rasero para los hombres y las mujeres. Le pone cuernos a su mujer, y tapa los cuernos de mi hombre, y le parece perfecto, no solo eso, sino que siendo amigos, se me ha insinuado más de una vez, sin embargo, esto es de ser puta. – Se giró hacia mí y me dijo: - Me consideras una puta? Porque aunque no lo creas no lo soy, jamás le he sido infiel a ese capullo, le he respetado siempre, y si ahora estoy aquí en esta situación es porque estoy cansada de sus degradaciones, y porque él me ha retado, me ha desafiado y quiero devolverle la pelota, quiero que alguien me haga sentir hoy especial y darle donde más le duele.
-Es evidente que no lo eres.
Ella se volvió a girar hacia ese tipo y dijo;
-Déjame paso quiero salir de aquí.
-Voy a contárselo a Senre, y te va a poner en tu sitio, zorra.
-Cuento con ello, con que se le cuentes, pero seré yo quien le estará poniendo justo en su sitio.
Así se dispuso a salir del local.

En la calle, cuando ya habíamos avanzado unos metros ella seguía callada, mirando al suelo para andar.
Ella se paró justo al lado de un castillo que se metía a orillas del mar para observarlo, se giró hacia mí y me dijo:
-Creo que estoy algo borracha, creo que te debo una disculpa por utilizarte, pero a pesar de ello, puedes volverme a besar? Ahora ya no es venganza, ni el alcohol me obliga a decirlo, solo quiero que me beses porque si.
Así se produjo el segundo beso, que fue más cálido, más tierno, acabando en algo apasionado. Cuando se separó dijo_
-Siempre he querido que me besaran en este castillo por primera vez, es un lugar mágico.
Él siguió besándole el cuello. No quería acabar esa noche así, no quería ningún tipo de compañía femenina, sin embargo, no podía separarse de ella.
Ella suspiró, y le cogió la mano.
Él la llevó hacia la furgoneta, que era de su amigo que se había roto un brazo esa tarde. No podía regresar la furgoneta a casa, y le había pedido a él que la llevara a su garaje. Así que él antes de llevarla al destino, se había parado a tomar algo en ese bar por casualidad, a pasar las penas de su trabajo.
Ahora se habían montado los dos en ella, y él inmediatamente la había abordado, pues era evidente que si la dejaba pensar, ella iba a salir huyendo.
Se besaban sin parar, y en un momento determinado, él se separó un poco para observar su cara y dijo:
-No voy a parar, quiero hacerte el amor aquí y ahora.
Ella se había puesto roja y había bajado la mirada para posteriormente abrazarlo con fuerza y esconder la cara en su pecho. Era increíble, sentía vergüenza como si se tratara de una principiante. Eso lo enterneció más y lo hizo sonreír. Le dio unos minutos y luego le levantó la cara sin hacer ningún comentario para no avergonzarla más y la besó de nuevo. No entendía como alguien podía dejar pasar a un ser así de especial.
Hicieron el amor en esa furgoneta, sin embargo, había algo que lo había defraudado. Se había hecho una falsa imagen de ella. Pensaba que era una mujer apasionada, puro fuego, sin embargo, se había mostrado fría en ejecución, casi se podía decir que las caricias no le habían afectado, y él sabía que era un buen amante. O era una persona frívola, o se había mantenido al margen de la situación.
Quizás había creído demasiado en su ingenuidad y todo era fachada, o quizás había sido infiel en cuerpo a su pareja, pero su mente seguía en él. Eso lo molestaba, cualquiera de las dos opciones eran deprimentes.
Él no habló más y la dejó donde ella le indicó, cuando había bajado ya de la furgoneta y antes de cerrar la puerta, dijo mirando hacia el suelo verdaderamente arrepentida:
-Lo siento no he estado bien. – Acto seguido se le escaparon dos lágrimas enormes de sus preciosos ojos y cerró la puerta, para correr hacia su portería.
Él se quedó mirando su espalda y pensó que realmente aunque hubiera sido infiel en cuerpo, seguía sin serlo en mente, se iba a sentir mal por lo que había hecho, a pesar que aquello no se podía llamar una infidelidad, ya que él la había provocado, rechazado, humillado y que esa relación estaba rota probablemente desde hacía mucho tiempo, incluso podría decir que por la estrechez de su entrada, no practicaba sexo desde hacía bastante tiempo, por tanto, ya no existía pareja, no había sido infiel. Él por su parte estaba dolido, pues quería que si alguien hacia el amor con él, lo hiciera verdaderamente con él y no con fantasmas y por otro lado, había quedado insatisfecho y con más ganas de sexo que antes de practicarlo.
Se iría a casa, tomaría una ducha fría e intentaría dormir. No podía ni siquiera quería hacer algo más esa noche, estaba bastante frustrado y enfadado.